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ISSN 1989-4163

NUMERO 17 - NOVIEMBRE 2010

Dejar de Ser los Mismos

Marina San Martín

No hubo velas, tampoco tarta, ni guirnaldas colgadas de una a otra pared. Desconfío de la felicidad en los cumpleaños, del suelo lleno de restos que sobrevive a las fiestas multitudinarias y llenas de regalos que se acumulan como escombros sobre la cama, junto a los abrigos, o en el mueble barato del recibidor.

Aún así, una vez las tuvimos y escalamos la madrugada bailando las coplas de Rocío Jurado en la cocina amarilla del piso que alquilaba en Conde de Peñalver. Nos fotografiamos con claveles en la boca y pendientes de aro enormes, de colores chillones: rojos, violetas, naranjas, verdes. Mis amigos me regalaron unas bailarinas negras y un bolso con la imagen de Audrey Hepburn. Ana ha bautizado esos recuerdos: los llama nuestros días de vino y rosas y, cuando los sacamos a relucir mientras trabajamos en la tienda, me parece verlos jugar entre los libros como animales salvajes a los que hubiéramos privado de luz.

No ha pasado tanto tiempo. Es extraño lo poco que cuesta dejar de ser los mismos.

Ayer por la tarde, con Borja y Jorge en casa velando mi convalecencia, hablamos del frío de la calle y la sarta de sucesos que conforman el informativo de Tele 5: desde una mujer y sus dos hijos, acuchillados por el marido y enterrados con cal viva en la bañera, hasta una plaga de libélulas asolando Alicante en su inalterable migración. Luego cenamos pizza y vimos Cabaret. Me gusta la última escena, cuando Sally y Brian se despiden en la estación y ella, con los ojos brillantes, presume de sus uñas verdes y “sofisticadas” antes de salir corriendo con la excusa de una entrevista.

No podemos seguir la pista de los caminos a los que renunciamos. El otro día escribía que crecer, en algunos aspectos, es volver atrás; hoy estoy convencida de que crecer también es salir corriendo.

Los lugares de los que huimos, los nombres, se convirtieron en humo en cuanto nos dimos la vuelta. Mirar atrás es inútil, sólo existían porque los habitábamos y ahora han desaparecido.

Subiendo a un tren, despidiéndonos en el andén, los hemos condenado a la oscuridad.

 

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Cabaret

 

 

 

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